La primera conferencia del IX Foro Internacional Fe y Ciencia, realizado en la Universidad Autónoma de Guadalajara estuvo a cargo del sacerdote Carlos Spahn cuyo tema fue la “Doctrina católica sobre la Santísima Virgen María”. Habló sobre el culto a la Virgen, la acción corredentora de María, el criterio católico acerca de las imágenes y el milagro guadalupano, un milagro que permitió la evangelización de América y que se manifiesta día con día en el sorprendente ayate de Juan Diego.
En todas partes [se habla] de Ella. La Virgen Santísima, así como está al lado de Cristo en el centro de toda la Creación, así está con Él en el centro de toda la Biblia. Siempre que aparece Cristo, María le precede.
María es en el orden del espíritu la esposa de Cristo y Ella nos quiere conducir a Él.
En la Sagrada Escritura, la Virgen Santísima aparece siempre estrechamente unida a Jesús desde el primero al último de los libros inspirados, de la mujer del Génesis a la del Apocalipsis.
En la Sagrada Escritura, casi en todas las ocasiones en que se predice nuestra gracia futura, se nos presenta al Salvador de los hombres junto con su Madre.
En el Génesis María ya precede a Cristo cuando el mismo Dios pone la enemistad entre la Mujer y la serpiente: La Virgen Santísima nos es presentada aquí por Dios como Corredentora íntimamente asociada al Redentor, como Nueva Eva asociada al Nuevo Adán, en la eterna enemistad y en el pleno triunfo sobre la serpiente infernal que por medio de la primera Eva y del primer Adán había precipitado en la ruina a todo el género humano.
Luego, Isaías profetizó He aquí que una Virgen concebirá [en hebreo: grávida] y dará a luz [en hebreo: y dando a luz] un hijo, y su nombre será Emmanuel [Dios con nosotros]. De nuevo, en la profecía, María precede a Cristo.
También Jeremías parece señalar a la augusta Madre del Redentor. Él anuncia la conversión, el retorno y la restauración mesiánica del reino septentrional de Efraín. Porque el Señor ha creado una cosa nueva sobre la tierra: una mujer circundará a un varón… alusión directa a la mujer (María) que envuelve dentro de sí a Cristo.
En las Bodas de Caná, María, consciente de su acción Mediadora ante su Hijo, se acerca para pedir el primer milagro en público que introduciría a Jesús en la hora esperada. Ella simplemente dice “no tienen vino”. Cristo manifiesta que nada tiene que ver tanto Ella como Él en el asunto, pero le dice “Mujer”. Cristo está revelando uno de los misterios más grandes para todo el pueblo de Israel. Misterio tan esperado del cual nacería el Mesías. La Mujer misteriosa que vence al demonio junto a su Hijo es María.
Al final, Cristo se ocupará de dejar muy en claro que verdaderamente su Madre es la Mujer esperada y la vencedora, cuando al pie de la Cruz le vuelve a llamar Mujer, al entregarla al cuidado de Juan y al darle a éste su maternidad espiritual para todos los hombres.
La mujer misteriosa que aparece al inicio de la escritura, la cierra en el Apocalipsis. Allí está la figura de una mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies que gime con dolores de parto, pero no por Cristo, sino por nosotros. Ella, por su Inmaculada Concepción, aplasta la cabeza a la serpiente y entra en combate en perpetua enemistad con Satanás. Esta mujer tenía que ser sin pecado.
María es la “puerta abierta” dejada por Dios que nadie, nunca, podrá cerrar, como dice el libro del Apocalipsis: “… mira que he puesto ante ti una puerta abierta que nadie puede cerrar”. Se podrán cerrar las puertas de Cristo, de la Iglesia, de los Sacramentos, pero a Ella, “Porta Caeli” nadie la podrá cerrar.
Dios presenta a la Virgen como la obra maestra, la obra más grande de la Creación en la que se sintetizan todas las bellezas. Es la obra maestra de Dios, por eso el tema del culto a María, no es restarle culto a Dios, sino alabarlo más todavía: En el Avemaría Dios mismo ensalza, venera y honra a María y Jesús mismo nos enseñó a orar, en el Padre Nuestro esta todo lo que debemos pedir.
En el Santo Rosario repetimos el Avemaría, el Padre Nuestro y el Gloria y meditamos todos los misterios de la vida de Jesús como María los vivió.
María prepara siempre las venidas de Cristo: Cuando María estaba por dar a luz, Dios eligió el lugar más insignificante para venir. Ella transformó con sus manos y con su corazón ese lugar. Asimismo, María está llamada a preparar el corazón de los hombres. Ella dijo en Fátima “Al final mi Corazón triunfará.
Fátima está muy ligada a Guadalupe y al Apocalipsis. En Fátima el signo es el sol que danza para Dios, para ella y para nosotros. El sol, que simboliza a Cristo, está también en la Virgen de Guadalupe y en el Apocalipsis.
La aparición de Guadalupe es providencial para todos los pueblos de América y del mundo. No la desconectemos de Fátima. Vemos en la imagen de Guadalupe su belleza externa, pero debemos de ver más allá su belleza interna, porque ella concibe primero en su corazón y luego en su seno y hay que entrar en su corazón.
La segunda venida también la prepara María en su corazón. El triunfo del Corazón Inmaculado de María es la apertura del corazón del hombre a Cristo.
La restauración de la humanidad, está reservada a una nueva pareja que llegó a completar los sueños de Dios, y llegaron al cielo en cuerpo y alma. Tanto Cristo con su Corazón abierto en la Cruz, como su Madre con el Corazón traspasado por una espada, consuman la victoria sobre el demonio, el pecado y la muerte.
La tarea de María es hacer que el corazón del hombre se abra a la misericordia de Cristo.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido y María y Cristo están íntimamente unidos. María es la nueva Eva y es indisoluble con Cristo. Dios ha puesto una Madre para Él y luego para nosotros.